miércoles, 30 de abril de 2008
lunes, 28 de abril de 2008
viernes, 25 de abril de 2008
Por ese Palpitar
Los Fabulosos Cadillacs
Composição: Indisponível
Por ese palpitar
que tiene tu mirar
yo puede presentir
que tu debes sufrir
igual que sufro yo
por esta situacion
que nubla la razon
si permitir pensar
en que ha de concluir
el drama singular
que existe entre los dos
tratando simular
tan solo una amistad
mientras en realidad
se agita la pasion,
que envuelve al corazon
y que me obliga a cayar....
yo te amo....
Tus labios de rubi
de rojo carmesi
parecen murmurar
mil cosas sin hablar
y yo que estoy aqui
sentado frente a ti
me siento desangrar
sin poder conversar
tratando de decir
tal vez sea mejor
me marche yo de aqui
para no vernos mas
total que mas me da
ya se que sufrire
pero al final tendre tranquilo
el corazon y asi podre gritar:
Yo te amo...
lunes, 21 de abril de 2008
El trabajo es más que trabajo
El trabajo es la sustancia de la vida, dijo Albert Einstein. Es así si consideramos el trabajo como un escenario en el cual una persona expresa sus habilidades, invierte sus energías, compromete su creatividad, manifiesta sus patrones de vinculación con los demás. No somos uno en el trabajo y otro fuera de él. Caemos en una peligrosa disociación si creemos que el tiempo que dedicamos al trabajo y a los negocios, así como las conductas que mostramos allí, no cuentan, no nos definen, y que nuestra verdadera identidad se expresa cuando llegamos a casa, cuando nos encontramos con amigos, cuando desarrollamos pasatiempos o estamos con nuestra familia. Quien se muestra impiadoso e implacable en los negocios y tierno y juguetón en lo doméstico podría ocultar una debilidad vergonzante para él (o ella) detrás de aquella ferocidad. Y en el momento menos pensado puede exhibir una violencia inesperada en el espacio privado. Estemos donde estemos somos una totalidad integrada por múltiples aspectos. Si negamos alguno de ellos en el afán de construir una personalidad “aceptable”, sólo lograremos que ese aspecto se exprese de modo disfuncional. La vieja historia del Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Esto viene al caso dados los interrogantes que plantea Héctor. Que las personas involucradas en una actividad de negocios o trabajo sean, o no, amigas no debería marcar una diferencia en cuanto al respeto por el otro, la valoración de la diversidad, el ejercicio del disenso, la práctica de una ética. Si sólo respetamos a los conocidos y no creemos que el desconocido, el competidor o el adversario merezcan ser honrados, lo que ejercitamos no es respeto, sino mera complicidad. Y esas connivencias duran lo que dura la “amistad”. Si confundimos competir con destruir, dañar o descalificar, teñimos nuestra actividad con una energía muy oscura. La competencia por un puesto, por un mercado o por lo que sea se puede tomar como una magnífica oportunidad de superación personal o de construcción colectiva. Nadie compite para perder, pero ganar no debería ser sinónimo de exterminar, eliminar, destruir, degradar. ¿Qué papel juega lo humano en el mundo comercial?, se pregunta el lector. Lo comercial es una actividad humana. Lo humano, entonces, está en su ADN. Humanos son la envidia, el odio, la empatía, la solidaridad, la comprensión, la indiferencia, la impiedad, la comprensión, el egoísmo. Todo está en el trabajo. Humana es la conciencia, la posibilidad de registrarnos como individuos y la responsabilidad, la capacidad de responder por nuestras acciones. El swami Vivekananda (1863-1902), un respetado referente espiritual hindú, escribió: “El objeto de todo trabajo es despertar el alma”. Quienes ven el trabajo como un campo de batalla y convierten oficinas, estudios, laboratorios, comercios o talleres en trincheras, quienes creen que trabajar es sólo producir, ganar, conquistar, imponerse, abarcar y acumular, acaso sonrían irónicamente ante esta idea. Pero el lugar en el que cada persona trabaja y la actividad a la que se dedica significan una posibilidad de mejorar el mundo (o aprovecharse de él) y de hacer el bien a alguien (o de esparcir discordia). La opción es personal e intransferible. Después de todo, se trabaja como se vive. s.sinay@yahoo.com.ar
Ideas para ser feliz
1) Dejar ir lo que nos hace mal
¿Cuántas veces insistimos con una relación agotada hace tiempo? ¿O nos quedamos atascadas en un trabajo tóxico y mediocre por comodidad? A veces no podemos soltar la mano y dejar ir lo que nos hace mal. Por miedo a quedarnos solas o a tener que empezar de nuevo, nos resistimos a terminar un vínculo complicado y estéril. Seguimos dándole oportunidades al pasado y tratando de convencernos de que quizás, si intentamos ser más tolerantes, bajamos las exigencias o nos damos un tiempo, podamos revertir la situación. Pero en el fondo, sabemos que no es cierto: ese novio no va a cambiar y, lamentablemente, no vamos a trabajar menos horas.
2) Fracasar rotundamente
Cuando una amiga nos confiesa que quiere dejar su carrera en el último año de la facultad, todas le aconsejamos lo mismo: que si llegó hasta ahí, la termine. ¿Le diríamos lo mismo si se arrepiente de casarse en la puerta de la iglesia? ¿Le pediríamos que siga adelante porque ya llegó muy lejos y los souvenirs están grabados y los canapés se están secando en las bandejas? Dejemos las exigencias perfeccionistas para las muñecas y permitámonos fracasar con todas las letras. Podemos huir del altar, dejar una carrera en el último año o volver a los quince días de habernos exiliado. No importa si le dijimos a medio mundo que encontramos al amor de nuestra vida y al mes queremos divorciarnos. Nada puede ser peor que sostener una mala decisión para evitarnos el papelón de haber elegido mal.
3) Ser flexible
¿Qué pasaría si toda la vida soñamos con una familia tradicional, pero nos enamoramos de un divorciado de 55 años que ya se casó tres veces? ¿O si planeamos un viaje perfecto y el hotel resulta ser una pocilga? O peor aún, ¿si nos enteramos de que en la panza, en vez de un bebé, llevamos seis? En un accidente los objetos flexibles se doblan; los rígidos, se rompen. Tenemos que olvidarnos de los planes perfectos. Nada, nunca, sucede de acuerdo con lo planeado.
4) Evitar la gente que nos hace mal
El masoquismo se nos revela de formas misteriosas. Algunas releemos los e-mails de un ex novio infiel, otras visitamos a una tía que sólo pregunta si estamos más gordas, y otras atendemos llamadas de amigas que aparecen únicamente para pedir un favor. Todas conservamos relaciones por los motivos equivocados: porque es familia, porque es el padre de nuestros hijos, o porque conocemos a esa persona desde que éramos chicas. Pero ¿es importante que sea familia si nos hace mal? ¿Desde cuándo el cariño es un deber o un compromiso? Lo ideal, claro está, es poder reconciliarte, amigarte, entender a esa persona de tu familia que tanto mal te hace. A la larga, antes de escapar siempre está la opción de perdonar al otro.
5) Aprender a estar solas
Todas alguna vez nos fuimos de vacaciones con una amiga y volvimos peleadas a muerte. Nuestro verdadero "yo" se revela en el preciso momento en que el otro hace ruido a las cinco de la mañana, o se olvida las llaves en la playa y nos deja en el palier. Cuando se trata de nosotras mismas, la situación es parecida. Es muy difícil conocernos profundamente si compartimos el dormitorio o vivimos tironeadas por la familia. Para crecer necesitamos espacio, intimidad y distancia. Si no podemos vivir solas, no importa. Intentemos con un viaje solitario o actividades sin amigas o parejas a la vista. Todas tenemos nuestra propia clave para disfrutar más de la vida, ¿cuál es la tuya?
¿Cuántas veces insistimos con una relación agotada hace tiempo? ¿O nos quedamos atascadas en un trabajo tóxico y mediocre por comodidad? A veces no podemos soltar la mano y dejar ir lo que nos hace mal. Por miedo a quedarnos solas o a tener que empezar de nuevo, nos resistimos a terminar un vínculo complicado y estéril. Seguimos dándole oportunidades al pasado y tratando de convencernos de que quizás, si intentamos ser más tolerantes, bajamos las exigencias o nos damos un tiempo, podamos revertir la situación. Pero en el fondo, sabemos que no es cierto: ese novio no va a cambiar y, lamentablemente, no vamos a trabajar menos horas.
2) Fracasar rotundamente
Cuando una amiga nos confiesa que quiere dejar su carrera en el último año de la facultad, todas le aconsejamos lo mismo: que si llegó hasta ahí, la termine. ¿Le diríamos lo mismo si se arrepiente de casarse en la puerta de la iglesia? ¿Le pediríamos que siga adelante porque ya llegó muy lejos y los souvenirs están grabados y los canapés se están secando en las bandejas? Dejemos las exigencias perfeccionistas para las muñecas y permitámonos fracasar con todas las letras. Podemos huir del altar, dejar una carrera en el último año o volver a los quince días de habernos exiliado. No importa si le dijimos a medio mundo que encontramos al amor de nuestra vida y al mes queremos divorciarnos. Nada puede ser peor que sostener una mala decisión para evitarnos el papelón de haber elegido mal.
3) Ser flexible
¿Qué pasaría si toda la vida soñamos con una familia tradicional, pero nos enamoramos de un divorciado de 55 años que ya se casó tres veces? ¿O si planeamos un viaje perfecto y el hotel resulta ser una pocilga? O peor aún, ¿si nos enteramos de que en la panza, en vez de un bebé, llevamos seis? En un accidente los objetos flexibles se doblan; los rígidos, se rompen. Tenemos que olvidarnos de los planes perfectos. Nada, nunca, sucede de acuerdo con lo planeado.
4) Evitar la gente que nos hace mal
El masoquismo se nos revela de formas misteriosas. Algunas releemos los e-mails de un ex novio infiel, otras visitamos a una tía que sólo pregunta si estamos más gordas, y otras atendemos llamadas de amigas que aparecen únicamente para pedir un favor. Todas conservamos relaciones por los motivos equivocados: porque es familia, porque es el padre de nuestros hijos, o porque conocemos a esa persona desde que éramos chicas. Pero ¿es importante que sea familia si nos hace mal? ¿Desde cuándo el cariño es un deber o un compromiso? Lo ideal, claro está, es poder reconciliarte, amigarte, entender a esa persona de tu familia que tanto mal te hace. A la larga, antes de escapar siempre está la opción de perdonar al otro.
5) Aprender a estar solas
Todas alguna vez nos fuimos de vacaciones con una amiga y volvimos peleadas a muerte. Nuestro verdadero "yo" se revela en el preciso momento en que el otro hace ruido a las cinco de la mañana, o se olvida las llaves en la playa y nos deja en el palier. Cuando se trata de nosotras mismas, la situación es parecida. Es muy difícil conocernos profundamente si compartimos el dormitorio o vivimos tironeadas por la familia. Para crecer necesitamos espacio, intimidad y distancia. Si no podemos vivir solas, no importa. Intentemos con un viaje solitario o actividades sin amigas o parejas a la vista. Todas tenemos nuestra propia clave para disfrutar más de la vida, ¿cuál es la tuya?
miércoles, 9 de abril de 2008
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